martes, 2 de abril de 2013

Texto a dos manos o más

El ruido cuando te escribo. O cuando escribimos. El ruido. Ese ruido. Ese intermitente ruido. El tiempo es un ruido. El tiempo que tarda en llegar tu escrito no me hace ruido. Es el ruido. Derruídos, nos encontramos para construir algo. Un vínculo por la escritura. Una poética del ruido. Aquí en mi casa, a la noche, cuando ambos podemos nadar en otros sonidos. Las palabras son sonidos, son idos. Jugamos con los significantes. Y con las ideas. Con las canciones también o con el silencio. ¿Pero existe el silencio? ¿O es solo ruido? El emisor solo emite y el receptor, recibe? ¿Y qué pasa con el canal? Y así con todos los elementos del circuito comunicativo. Pero quizá habilitemos también otro tipo de transmición. Por estos lares, habilitando nuevas formas discursivas. Una investigación en simultáneo. ¿Y qué pasa con el deseo? El deseo de escritura o el de investigar en uno mismo. O en el otro. Noches de escrituras en los muros nos unen. El ruido. La acción de apretar la tecla equivocada. Links que nos seducen, interrumpen o no, es intermitente, y radioactivo este medio en el cual escribimos a la distancia. Radiactivo porque nos contamina de todo lo demás, con multiples posibilidades, es que casi todo te lleva a otra parte sin necesidad, no terreno solido donde apoyar sin terminar en otra página. Es un medio de naturaleza dinámica, lleno de trampas y de riquesas. Asi como también es posible perderse o silenciarse en la desconexión, por ejemplo cuando se pierde la señal. ¿Por qué se pierde la señal? Me gusta esto de pensar en el deseo, que es propio y es ajeno. Si esto es una interfaz, una página web, llamemosla plataforma Eze, como si fuera una nave, ¿Esta nave nos lleva a donde queremos? ¿Son nuestros estos deseos? ¿Ruido y deseo configuraran algun tipo de transmisión particular, tan radiactiva y magnetizante que nos tiene pegados a la pantalla? Algo se acelera, se intensifica. Se vuelve viaje en una nave. Viaje compartido en una frecuencia que cada vez se sutiliza. Por ejemplo ahora no me anda el acento, la tecla y me veo forzado a buscar palabras que no tengan tilde. Aunque claro todo tiene un acento. Nuestro deseo tiene un acento, que se escribe o no. Volviendo a la nave, no hemos bajado. Cuando bajemos, ha de ser otro viaje. El tema de la interfaz del deseo me interesa. Todo lo estable se desvanece en el aire. Acaso la nave -nuestra nave- sea eso, un deseo por el viaje de la escritura. ¿Donde nos lleva? ¿O si vamos bien? Eso nos estamos preguntando en esta metaficcion.Este medio moldea el deseo de nuestros afectos y nosotros tenemos afectos que se diferencian de este medio. La nave es la coincidencia. Es fácil encontrar naves con quien ir pero dificil es mantener el viaje duradero en el tiempo. Todo tiene una perdurabilidad. Creo que este medio se caracteriza por esta razón, el vencimiento se acelera, se intensifica cada vez más. Lo antiguo queda abajo de la linea de tiempo, esta linea vertical, que va hacia el centro de la tierra. Este libro se lee hacia arriba y hacia abajo. El tema de la interfaz del deseo me encanta, el diseño del deseo echo interfaz, construye/define/normativiza comportamientos de escritura. Este viaje es rico, el paisaje esta cargado de espicimenes que muchos vieron, pero que aun nadie ha podido mostrar a los demás. Somos los Darwin, en busca de los nuevos mensajes que van surgiendo, nuestras antenas están encendidas, esperando señales.Somos corresponsales instantáneos. Antes las cartas y los mensajes tardaban días, semanas y a veces meses o más. Ahora, segundos. Una intensificación del tiempo. Pero la nave es la imaginación, puesta en acción y en acto por el deseo de imaginar mundos. Las circunstancias que operan estas escrituras son antiguas y nuevas, deudoras del libro y de la interfaz. El libro aún dura, perfecto artefacto. La interfaz a veces es un disfraz, pero más allá del enmascaramiento virtual están nuestros rostros. Hay cosas que llegan rápido y otras tardan, hasta nunca llegar a destino. La nave surca los climas propios del medio. Atraviesa pantallas, para llegar a las mentes, y germinar de imaginación mentes y manos que continuaran escribiendo. Si el ruido son los renglones por donde circula el deseo, la nave es el impulso por descubrir que hay al final de la página que cierra a este libro.A veces pienso que nos leemos o nos escribimos o nos hablamos como si estuviéramos un poco por sobre el lenguaje, o será que es un efecto de este modo del lenguaje? Cosas que pienso, vos la pones, o cosas que vos vivís, yo las escribo. Ese tipo de cosas que me recuerdan a Cortázar, aunque recién con tu mención a la última página del libro pensé en el libro de arena, del cuento de Borges, que es un objeto infinito. ¿Unimos este texto a ver que queda? Sí, unámoslo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario