sábado, 20 de agosto de 2011

Espera

Espera en la mañana fría del andén. El tren acaba de partir y se pierde en la lejanía. Empiezan unos minutos que parecen eternos. Un viento helado sopla dentro de los huesos. Una esteparia sensación aullante. El frío es como el agua, un cruce en la orilla del ser. Camina para entrar en movimiento. Tiene que hablar, aunque sea consigo mismo, porque el lenguaje también lo abrigaría de esa siniestra sensación de inerte despojo. Se dirige al extremo donde una luminosidad juega entre las rejas. Y cuando el sol toca su cuerpo es como la sensación de la vida después de la muerte. El brillo solar lo incita a pensar en esas civilizaciones que crecieron donde Febo asoma. Orientado por esa revelación, comprende la lección del día.

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